¿Quiénes somos?

Somos un grupo de líderes, habitantes de la Comuna 7 del Municipio de Medellín-Antioquia-Colombia, que ofrece acompañamiento a las familias y a las personas afectadas por situaciones de violencia intrafamiliar, por medio del suministro de información, la escucha, la remisión a atención especializada y el seguimiento a los casos, velando por respuestas sociales con dignidad y un debido proceso.

Misión
La Red de Apoyo Social de la Comuna 7 tiene como Misión contrarrestar la problemática de violencia intrafamiliar y promover el buen trato en la zona, a través de acciones de prevención y promoción.
Visiòn
La Corporaciòn Red de Apoyo Social-CORPOREDAS, sera en el año 2018 una organizaciòn autosostenible, con programas de impacto que involucren, sensibilizen y generen corresponsabilidad en la familia y la sociedad, en lo relacionado con la prevenciòn de la violencia intrafamiliar y la promociòn de buen trato.




lunes

Existe el instinto maternal?

Se espera que las madres intuyan mágicamente las necesidades de sus hij@s, con cuidado constante y exclusivo, sin tener deseos y además, que vivan el proceso sin ansiedades. Es imposible si pensamos la maternidad como instinto y no como aprendizaje.La maternidad ha sido idealizada desde siempre como la más dadivosa, natural y satisfactoria tarea femenina. No sólo cumpliría todos los deseos anímicos de la mujer, sino también todas sus necesidades corporales, por representar una posibilidad de satisfacer a otro sin reproche, sin resentimiento. Sin embargo, la realidad es muy diferente y en la relación madre-hijo suelen aparecer altos montos de hostilidad, agresividad, frustración, rechazo, desamor, no deseo, malestar femenino, etc., lo que haría pensar que la idealización de la maternidad correspondería más bien a una expectativa/mandato socio-cultural.Entre los numerosos mitos que rodean la maternidad, el más popular es el “instinto maternal”, arraigado universalmente en toda mujer para el cuidado de los hijos. Así se ha concebido la maternidad como una función de carácter instintivo, profundamente enraizada en la estructura biológica de la mujer, independiente de las circunstancias temporales y espaciales en las que tiene lugar. Sin embargo, lo que se entiende por instinto nada tiene que ver con el llamado “instinto materno”, puesto que no es un conjunto de reacciones hereditarias común a hombres y mujeres. ¿Cómo se entendería sino el que hayan madres que abandonen a sus hijos, los agredan o asesinen? ¿Acaso ellas estarían desprovistas de esta función natural? Resulta difícil reconocer que, en tanto fenómeno humano, la maternidad es más bien una construcción cultural, y que al evento fisiológico de la gestación y concepción no le corresponde necesariamente el deseo de tener un hijo. El amor maternal no se activaría automáticamente cuando la mujer se convierte en madre; esto correspondería más bien a la necesidad de conservar un mito impuesto por la cultura patriarcal, que ha beneficiado por siglos la historia del hombre.Compartimos colectivamente el imaginario de la madre, como ser sobrenatural, que adivina exactamente lo que necesita su hijo, que anticipa y lee a la perfección sus necesidades; pero el cuidado del recién nacido no apela a un instinto femenino, sino a una habilidad de identificar y responder a las necesidades físicas del bebé, a un aprendizaje mutuo que toma tiempo, que se internaliza a través de un proceso de ensayo y error y que requiere del bienestar personal y social de la madre. Las experiencias sociales relacionadas con la maternidad se vuelven cruciales para orientarla en la satisfacción de las necesidades de su bebé, como por ejemplo, el haber tenido un embarazo placentero, contar con el apoyo de la familia y de la pareja, desear tener un hijo, el apego con el recién nacido, las expectativas concientes e inconscientes respecto a la maternidad y, especialmente, el proceso natural de conocerse mutuamente con el recién nacido. De esta manera, la falta de entendimiento no ocurre porque no sepa comunicarse con su hijo, sino por las dificultades emocionales de la madre, agravadas por ciertas condiciones sociales.La psicóloga Christine Everingham, autora de “Maternidad: autonomía y dependencia”, postula que el mito del “instinto” ocurriría porque culturalmente las madres son las encargadas del cuidado en el primer período de vida, lo que las llevaría a verse a sí mismas como las personas que deben saber lo que necesitan los recién nacidos. Este sentido de “responsabilidad” las haría interpretar las necesidades infantiles, pero no habría ninguna razón por la que el padre u otra persona adulta pudiera realizar esta tarea interpretativa, si realmente se sintiera como el principal responsable de ese cuidado.Pero no sólo se espera que la mujer sepa exactamente qué quiere su bebé, también se exige que provea un cuidado constante y exclusivo, despojándose completamente de sus intereses personales. La maternidad suele ser pensada desde estos dos polos: como un obstáculo para la autonomía o como una placentera entrega total. Sin embargo, en la práctica muchas mujeres han logrado equilibrar el deseo de autonomía con el cuidado de los hijos, aunque no sin un importante trabajo psíquico por la disonancia cultural que provoca el ser madre y mantener los intereses personales. Estas mujeres han aprendido a no tener expectativas irreales: la maternidad no es un yugo, pero sí una tarea que requiere trabajo, perseverancia, paciencia, compromiso y amor, y demanda que la madre sea un agente crítico, pero a la vez confíe en la comunicación y el aprendizaje mutuo con su hijo.
Publicado por: www.asociatividad.cl (web para la acción por la no violencia)

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